El Kosmos es una unidad; entonces tanto lo visible como lo invisible, lo material como lo inmaterial, es Fluido arremolinado en mayor o en menor medida. El vacío es algo inconcebible; “Natura abhorret vacuum” proclamaba Aristóteles hace más de 2300 años… y la Teoría Remolínica ratifica esto, denominando a ese fluido universal, a ese «éter», como Flujo Kósmico (FK).
Es un fluido sutil porque no tiene la densidad ni la viscosidad a la que estamos acostumbrados a observar en los fluidos (líquidos y gases) que podemos percibir.
Es omniabarcante porque no hay nada ajeno a él; es todo lo que existe, lo que fue y será.
El Flujo Kósmico siempre ha estado (o sido) y siempre estará (o será). No tuvo un comienzo y no tendrá un fin. El Flujo Kósmico va conformando en su fluir distintas formas o “moldes cinéticos” que pueden aparecer o desaparecer luego de un tiempo, pero el fluido en sí es eterno. Como sostenía Heráclito: “la única realidad de la naturaleza radica en el cambio”. Todo fluye, todo se transforma y todo permanece.
Éste es el fundamento de la novedosa concepción científica-filosófica que la Teoría Remolínica expresa.
La luz y todas las denominadas ondas electromagnéticas, son ondas de Flujo Kósmico (éter).